Papel mojado

Bienvenido a Papel Mojado. Este blog recoge las ideas, opiniones, artículos y devaneos varios de Pedro Jareño. Es un lugar donde amontonar ordenadamente aquellos pensamientos que, con tinta china, planean por mis neuronas (si es que queda alguna sana). Espero tus lecturas y tus comentarios. Un blog se escribe, no se lee.

viernes, diciembre 30, 2005

El último beso

Ayer me quedé enganchado a la televisión. Y eso es raro en mi. No suelo. Zapeando mientras cenaba (sólo tenía en casa cereales y leche -es lo que tiene la emancipación-) me choqué, de repente, con un plano de una película que me impactó ipsofacto. Era en La2, en Off cinema. Ese programa de cine de un tipo muy peculiar (Antonio Gasset) pero que, salvo algún que otro bodrio excesivamente lento, emite películas independientes de calidad exquisita, sólo aptas para cinéfilos empedernidos.
La película se llamaba El último beso, aunque eso sólo lo supe al final. Entonces recordé que había oído hablar de ella. Era italiana. Y es tremenda. Impactante. Brutal.
Es de esas películas que te hace reflexionar. Y eso, hoy en día, tiene un mérito incalculable.
El director, un desconocido para mi Gabriele Muccino, cuenta de forma vibrante, exaltada y frenética la llegada a los 30 de un grupo de amigos en pleno momento de dudas existenciales -sus relaciones de pareja- y lo entrelaza con la vida de la madre de uno de ellos que, con 30 años más, tiene grandes problemas por no haber sabido resolver a tiempo aquellas inquietudes de entonces.
Puesto así puede parecer aburrido o, incluso, un tema muy manido. Pero la película tiene algo que la hace incontestable. Al menos, para alguien que, como yo, no tiene muy lejos la llegada a esa edad y que ya está comenzando a adquirir las responsabilidades pertinentes.
En el peculiar grupo de amigos protagonistas hay de todo: una pareja recién casada y feliz (románticos empedernidos), una pareja casada y aparentemente contenta a punto de tener un hijo pero con dudas por parte de él (acojonado por la responsabilidad), una pareja casada y con un hijo pero que ha caído en la monotónía, un joven hundido y desquiciado por despecho, un rastafari vividor, promiscuo y fumeta y una adolescente imponente que se cruza por medio.
La película en sí tiene un ritmo totalmente enloquecido, con diálogos de mil palabras por minuto y con escenas que se suceden sin que al espectador le dé tiempo a digerir la anterior.
Pero, especialmente, hay una escena de esas que se clavan en la memoria como grandes momentos del cine. Al menos, en mi caso: el rastafari está en la cama con uno de sus ligues pasajeros cuando, de repente, su amigo el despechado llama a la puerta enloquecido. Él, impactado, se ve en la obligación de abrir y su colega, Marco, le cuenta sus penas, sus sueños y su necesidad de huir. Todo en segundos y a una velocidad de vértigo mientras se lían un peta en el sofá del salón y la amante del rasta espera en pelotas en el cuarto. A todo esto, un tercer amigo, el casado infeliz, aparece para contarle también sus problemas. Ese instante, los tres amigos en plena katarsis espiritual, y la amante, resignada y abandonada, cual convidado de piedra, comparten un minuto de delirio existencial insuperable.
Un placer para el devorador de cine.
En fin, que la película es todo un viaje a la introspección. Al análisis de la vida en pareja. Al pensamiento reflexivo sobre los 30 años, sobre el matrimonio, sobre las responsabilidades y sobre la vida en sí misma. Sobre deberes presentes y futuros. Sobre decisiones clave. Todo un soplo de aire fresco que recomiendo sin dudarlo.

Mientras, yo sigo sin darle vida a este blog abandonado porque no consigo que me instalen el ADSL en casa. Mi paciencia, habitualmente inexistente, ha conseguido resignarse y aguantar el chaparrón. Es lo que hay.


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