Papel mojado

Bienvenido a Papel Mojado. Este blog recoge las ideas, opiniones, artículos y devaneos varios de Pedro Jareño. Es un lugar donde amontonar ordenadamente aquellos pensamientos que, con tinta china, planean por mis neuronas (si es que queda alguna sana). Espero tus lecturas y tus comentarios. Un blog se escribe, no se lee.

miércoles, agosto 24, 2005

de vacaciones

Este blog estará de vacaciones hasta que deje de estarlo.
Os espero a la vuelta¡¡

jueves, agosto 18, 2005

Pollos, monjas, información y pecados

"Y el Madrid qué, ¿otra vez campeón de Europa". Quién no recuerda ese genial spot. Un anciano sólo y asilado recibía la visita inesperada de un ciudadano cualquiera a bordo de un moderno 4x4. "Donde llega el xxx no llega nadie", o algo parecido, rezaba el eslogan.
Paradójicamente, pocos años después, el Real Madrid mandó para siempre a las videotecas el anuncio tras conseguir tres títulos europeos.
Pero en fin, ese no es el caso.
La película "El Bosque", de M. Night Shyamalan, también trataba algo similar, aunque me voy a permitir no destriparla para los que gusten del buen cine de suspense e intriga inteligente, que no de terror juvenil y sustos precocinados.
Aislamiento informativo. Ese es el tema. A día de hoy, hablando siempre en una sociedad desarrollada, claro, es muy difícil encontrar gente que se encuentre tan aislada del mundo como para no enterarse de la actualidad, de las noticias.
Por muy ajeno que sea uno al panorama informativo, por muy poco habituado que se esté a escuchar los noticiarios, ver los telediarios o leer la prensa, por muy poco mediatizado que se considere alguno, resulta casi imposible no enterarse de las noticias de alcance.
Y es que, casualmente, una noticia de alcance es aquella que alcanza. A todos. Si no te enteras hoy, te enterarás mañana. Si no lo ves tú, te lo contará alguien.
Pero cual es mi sorpresa al descubrir hoy que aún existen personas que viven en sus cápsulas privadas, aisladas, indómitas, envasadas al vacío, habituadas al silencio, enganchadas a la soledad.
Ahí estaban ellas. Un grupo de monjas de clausura se intoxicó tras comer "pollos del Mercadona" una semana después de que todo el país conociera la pandemia salmonelósica.
Estar ajeno a la noticia es quedarse ajeno a la realidad. Vivir aislado es vivir distinto. Yo me pregunto, incluso, si es vivir. No puedo comprender como se puede sacrificar la vida, la única vida que tenemos, por estar enclaustrado. Puedo comprender, incluso admirar, a los misioneros, más allá de mis creencias (o falta de ellas). Pero no entiendo la clausura. Me parece un suicidio emocional. Y eso es pecado.

martes, agosto 16, 2005

A buenas horas...mangas verdes

Cito: "Esta decisión es un ejemplo de que las dificultades pueden resolverse pacíficamente a través del debate, la negociación y la transacción"
Cito 2: "Aplaudo los esfuerzos de los negociadores iraquíes y aprecio su trabajo para resolver los problemas pendientes a través de la negociación y el diálogo".
¿Quíen, oh excelso admirador de las libertades, pudo decir frases tan inteligentes y tolerantes?
Aunque no parezca creíble, un tal George W. Bush. Vean, vean...
El dueño del mundo dijo esto después de que se haya retrasado el borrador de la nueva Constitución iraquí.
Y digo yo, que ya se le podría haber ocurrido este arrebato intelectual antes de provocar el caos y llenar de cadáveres un país en el que el petróleo fluye cual ladrillo encarecido en España.

miércoles, agosto 10, 2005

Talleres y dentistas

Ayer llevé mi coche al taller. Odio llevar el coche al taller. Es como ir al dentista. Es una de esas situaciones de la vida que todo el mundo intenta evitar. Sólo se va cuando no hay más "tutía"...y cuando nos convencen nuestros padres. Da igual que tengas 18 o 35 años...Hasta que no te dan la vara tus progenitores, el coche seguirá abollado y tus dientes con caries salvo que la junta de la trócola haya decidido pasar a mejor vida o a excepción de que cada vez que ingieras algún tipo de líquido tu muela decida impedirte vivir produciendo una especie de descarga eléctrica mortífera en el interior de algo tan aparentemente inerte e insensible como un diente. Los mecánicos y los dentistas tienen profesiones ingratas, la verdad. Nunca conseguirán quitarse su sambenito: son caros, te cobran más de la cuenta, como no tienes ni idea te dejas hacer y te sacan lo que quieran, están forraos, hacen chanchullos con el iva...Pero es que, hasta cierto punto, y sin ofender, algo de cierto tiene la cosa.La mayor parte de los mortales no tenemos ni idea ni de mecánica ni de dentaduras. Y tenemos algo claro: con lo que nos cuesta ir, cuando vamos, queremos que dure para varios lustros...

Y claro, llegamos, dejamos nuestros coche o nuestra boca (carrocería al fin y al cabo) y les decimos lo que falla. Da igual que seamos específicos y que localicemos el problema a la primera de cambio. Al final siempre, y digo siempre, nos lían. "Es que también hay que cambiar el aceite, el cable de la bujía, la muela 15, un puente en el colmillo, una limpieza bucal..." Y decir que no al mecánico o al dentista es como desafiar al destino cuando te ofrecen un número para la lotería de Navidad y te niegas. Te puedes estar arrepintiendo toda la vida si le termina tocando al capullo de tu amigo y tu vida será siempre un largo y tedioso camino con la mezquindad como seña de identidad. Pues aquí, igual. Basta que no quieras reparar la pieza o que no te repares tal diente para que el omnipresente Murphy te señale con su ley y te quedes tirado en cualquier carretera secundaria o sin cenar y con dolores indescriptibles en la boda de tu mejor amigo.

Pero no todo son parecidos entre ambas profesiones. Qué va. La principal diferencia es el lugar de trabajo. Un taller es un sistio raro, especial. Para empezar, no tiene puertas y es diáfano. Vamos, como un loft de estos que están tan de moda. Y además tiene vados. Hay calles en Madrid (Carabanchel, especialmente) en las que hay tantos vados por metro cuadrado (casi como bares) que aparcar encima de la grúa es la única solución factible. Y, además, los vados tienen la peculiaridad de que no son visibles a los ojos de una mujer copiloto (no es machismo, es la constatación de una realidad):
-"Ahí, ahí, menos mal, ¡un sitio!", grita ella, entusiasmada.
-"Antonia, que es un vado", contesta él, resignado.
Debe de ser com los vampiros en un espejo. Que no se ven, y punto. En los dentistas eso no pasa. Aunque terminas tum"bado", eso sí.

Pero las salas de los dentistas también tienen lo suyo. Son tan blancas que consiguen que las tengas más odio aún por su apariencia de hospital. Y con su salita de espera. Qué típica. Esos asientos bien ordenados y esa mesita baja con revistas del corazón. Algunas tienen años. Por favor, ¿cada cuánto tiempo renuevan los dentistas esa hemeroteca rosa? Tampoco cuesta tanto ir a los quioscos, hombre.

Otra característica típica de los talleres (aunque se esté perdiendo con la estandarización de las franquicias estas modernas) es la decoración particular a modo de frescos (bueno, de frescas). Ir al taller era como estar suscrito a la Playboy. Culos, tetas, ruedas, grasa y monos azules convivían juntos en un ambiente mítico. Eso sí que eran calendarios ilustrados, no como los que regalan en los chinos.
En el dentista, por el contrario, hay cuadros raros y así como de pop-art. Además de muchos títulos y diplomas. Seguro que la mayoría los regalan con los yogures, pero oye, que otorgan distinción. Además, la apariencia de los unos y de los otros es antagónica. El mecánico, con su mono azul lleno de grasa y aceite y sus manos negras de currar.
El dentista, con su mono blanco impoluto, su mascarilla de japonés anti polución y su pelo engominado. Debe de ser un requisito profesional. Un dentista sin gomina es como un futbolista sin pibón. Una excepción.

Pero son como son y les queremos así. ¿Imaginas que se cambien los papeles por un día? Quien te urga en la boca con las manos como los mineros y el traje de faena salpicando por todos los lados y quien te arregla el coche revisando los bajos engominado y con la vestimenta impoluta. Inviable.

En fin, que mi coche se quedó allí ayer. Por un periodo de tiempo indeterminado y por un coste desconocido. Mis muelas, por el momento, siguen en reposo. Están en perfecto estado. Ya fui al dentista hace...unos seis años...

martes, agosto 09, 2005

De -jar-dinero, lo justo

Cualquier guionista avezado de Hollywood podría haber firmado sin ningún problema un guión como éste. Como diría un globo de agua en manos de Eduardo Manostijeras: "Nunca te fíes de los jardineros".
Un grupo de personas, cerca de una decena, alquila una casita y anuncia en el vecindario que va a formar una empresa de jardinería. Lo más normal del mundo.
Tres meses después, los empleados del Banco Central de Brasil regresan al curro el lunes y, oh, cual es su sorpresa cuando descubren que la caja fuerte ha sido vaciada y que hay un butrón (me gusta esta palabra. Suena bien y se usa poco) que da paso a un túnel de 200 metros. Ni más ni menos. Y no es un túnel cualquiera. Perfectamente realizado, de buen tamaño (no sea que alguno haya comido de más y se quede atascado en plena faena), iluminado y con una escalera bastante cómoda. Sólo he visto una obra de ingeniería tal en la desternillante Top Secret, donde un desconocido Val Kilmer (grande cuando se autoproclama Julito Iglesias) descubre que un físico nuclear ha conseguido cavar un "pequeño" túnel similar a una estación del AVE con la ayuda de una simple cucharilla, dejando a Uri Geller en un don nadie.
Pero claro, solo con el butrón (qué bien que suena, oiga) no les valía. Los cacos conocían detalladamente los planos del lugar, ya que fueron directamente hacia la caja que, por cierto, "sólo" tenía paredes de dos metros de grosor blindadas con hormigón y redes de acero. Y, por si fuera poco, el lugar contaba con modernísimos sistemas de alarma que, obviamente, consiguieron esquivar. Dudo que los ladrones se parezcan a Clooney, Matt Damon o Julia Roberts, pero Soderbergh habría pagado por poder grabarlo en directo para una hipotética Ocean´s Thirteen.
Ya se sabe...la realidad supera muchas veces a la ficción.

jueves, agosto 04, 2005

Dejar que pase el tren

Ahí estaba yo. Sentado en el andén de una estación sin nombre. Con las maletas hechas, con las ideas oscuras. Con la necesidad absoluta e inminente de tener que tomar una decisión presente que marcará todo mi futuro. Con la sensación perenne de saber que hiciera lo que hiciese marcaría mi pasado. Con los billetes en la mano. Con el corazón en un puño.
Nunca me había visto en la encrucijada. Jamás. Coger el tren o dejarlo pasar.
Y es que no era un tren cualquiera. Era el tren que me llevaría hacia un destino que siempre había soñado. Una gran oportunidad. Quizá única.
Ahí estaba yo. Poco a poco, el ruido del tren se aproximaba a la estación. El humo que invadía mi cerebro y que nublaba mis pensamientos se hizo presente al vislumbrarse la chimenea de la locomotora. El tren se acercaba y el suelo temblaba. Quizá no. Quizá era yo.
Lo profesional o lo personal. Los sueños o la realidad. La distancia o la presencia. Sí o no.
Todo se reducía a un monosílabo. El tren paró ante mis ojos. Decenas de viajeros anónimos bajaron mientras que otros tantos se disponían a subir. Pero mi vagón estaba vacío. Y todos me miraban. El revisor me guiñó un ojo y me invitó a reanudar la marcha. Yo seguía sentado. Casi inerte.
Si lo dejaba escapar, puede que no volviera a pasar en otra ocasión. Puede que nunca vendan más billetes.
Sonó un silbido. El tren se fue. Yo no.

martes, agosto 02, 2005

De Madrid al subsuelo

No puede ser que ir al trabajo cada mañana se convierta en una auténtica odisea en agosto. Con esto de que los políticos se cogen las vacaciones en este mes, deben creerse que todo el resto del país hace lo mismo.
Llegar hoy al trabajo en Madrid ha sido horrible. Varias horas de atasco brutal inesperado.
En agosto en Madrid, la mayoría de las líneas de Metro están cortadas en algún tramo por obras. Y las calles también. Imprevisión, inutilidad y sobre todo ineptitud.
No puede ser que el Paseo de la Castellana se paralice. Es como cortar las venas a un hemofílico.
Desde el mes de julio, la estación de Chamartín (uno de los centros neurálgicos del transporte en la capital) está inutilizada en la Línea 10, lo que supone que sea imposible realizar un sinfín de combinaciones entre el suburbano y los trenes de cercanías.
Pero como ésto les parecía poco, no han tenido otra ocurrencia que cortar el Paseo de la Castellana. Ala, venga, como en agosto no se trabaja, adiós a la Castellana.
El atasco ha sido kilométrico, exasperante, tediosos. Y lo peor es que no va a ser el último.
Madrid está completa y absolutamente invadida por las obras. Circular por la M-30 es como hacerlo por el circuito urbano de Mónaco. Fernando Alonso estaría en su salsa dándose una vuelta por la capital.
Esto es un cachondeo. Que sí, que se hace por el bien de la ciudad, que dentro de unos años lo agradeceremos...Puede ser, pero no se puede hacer de esta manera. Así no.


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